Una madre siempre está pendiente de su hijo. Sueña con él. Lo
cuida. Lo protege. Siempre a su lado en
los momentos difíciles.
No duda de lo que hay
en su corazón. No se queda en los hechos, no se fija sólo en las derrotas. Mira
el corazón de su hijo y permanece fiel a
su lado. No lo abandona a su suerte. Una madre conoce a su hijo. Lo ama en su verdad.
Una madre es
misericordiosa. Perdona los errores, las
ofensas, los desprecios. No se desentiende de la suerte de su hijo. Está pendiente de sus progresos.
Cuida sus avances. Cuando el hijo se aleja aguarda paciente.
Guardo en el corazón la mirada de mi madre. Su espera
paciente. Su palabra cariñosa. Guardo sus consejos y sus silencios. La paz de su sonrisa.
Siempre esperaba alegre mi llegada. No me recriminaba mis olvidos. Sabía lo que necesitaba
antes de decírselo. Y me miraba con complicidad en momentos íntimos.
Recuerdo su olor, su luz, su voz. Su presencia que todo lo
llenaba. Una madre nunca se va del alma
del hijo. Permanece allí anclada,
dentro de la historia sagrada de cada uno.
Pienso en María que es mi madre. Y no me deja tampoco en
medio de mis días. Dios me regaló su misericordia en el rostro de una Madre
que me espera con los brazos abiertos.
Me mira siempre. Me calma cuando llego.
Necesito mirar a María como mi Madre. Sólo Ella puede
salvarme. Intento ser mejor cada día.
Pero fallo, solo no puedo. Me siento a veces impotente para mejorar.
María, mi Madre, es capaz
de sacar lo mejor que hay en mí. Su ternura ablanda mi corazón. El
amor consigue que sea mejor
persona.
En mi impotencia veo lo que puede cambiar en mí. Si me dejo.
En sus manos educadoras de Madre. Ella vence allí donde yo soy débil.
Ella se hace fuerte en
mí. Vence en mí y logra una victoria que se me escapa de mis manos. Pero
antes tengo que decirle que la necesito.
Tengo que hacerle ver que no puedo nada sin Ella.
Me da `por mirar a María y entregarle mi vida. Necesito su
mirada comprensiva y llena de misericordia.
Cree en mí cuando yo he dejado de creer y me lanza a la lucha cuando yo prefiero permanecer
tranquilo. Ve las posibilidades escondidas en mi barro. Aprecia la bondad que
yo escondo detrás de mi dureza.
Me conoce y no se desentiende. No mira hacia otro lado.
Me mira a mí y su paz
sostienen mis pasos.
Antonio
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