Blanca como un cirio,
pura como un lirio,
la Virgen divina
al templo camina,
llevando en sus brazos
cual rayo de luz
al niño Jesús.
Cuando Simeón
ve a Cristo en Sion
le toma y le mira,
y canta y suspira.
María: !qué espada
de pena y dolor
herirá tu amor!
La Virgen María,
después de aquel día,
miraba a Jesús,
entre dos ladrones,
clavado en la cruz.
Amén.
Jacinto Verdaguer
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