Ay, quién me diera una palabra nueva,
virgen como la aurora, para
nombrar al Dios de la Verdad, con ella!
Una palabra exacta: quien tuviera,
como el prado con lluvia, una infinita
ternura blanda y una
clarísima belleza.
!Y repetir esa palabra siempre:
con las esquilas de la madrugada
y en el atardecer, con las hogueras!
Y hacer así de esa palabra bella
profesión y ejercicio
y oración y poema..
! Y que mi muerte fuera
como un cuajarse, entre los labios,
esa Palabra única y sola:
rosa ya sin invierno,
frente a una eternidad con sol, abierta!
Amén
José María Pemán
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