A veces nuestra vida es opaca. Sabemos los desafíos que
tenemos en el camino. La enfermedad, las dificultades familiares, la tristeza,
el dolor, la soledad. Hay mucha oscuridad a nuestro alrededor, en nuestro
interior. Mucha oscuridad en la vida de los que nos rodean. La oscuridad es
ausencia de Dios, de esperanza, de eternidad.
La luz de nuestra
lámpara se apaga. Quisiéramos, cuando la
perdamos, volver al rostro hacia Cristo para tener luz. Sabemos que la luz se
alimenta en el amor a Dios, en el encuentro silencioso en oración, en la
profundidad del alma.
María va a nuestro lado y se encarga de mantener encendida la
llama del amor, la llama de Dios en nosotros. Queremos que se quede con
nosotros y pedirle que mantenga encendido el fuego del amor.
Somos luz cuando somos justos y manifestamos la verdad de la
vida de Dios en el mundo. Una vida entregada en la renuncia por amor a otros da
mucha luz. Esa es nuestra vocación, nuestro camino. Ser luz que venza en medio de las sombras.
Nuestra luz brilla más desde la humildad. Hay que ser
humildes para poder reconocer que no es nuestra luz la que ilumina, sino la de Dios en nuestro corazón. En la
honestidad de nuestra vida, en la humildad y sencillez.
No es nuestra
sabiduría, es la de Dios. Así,
temblando, con miedo, en nuestra pobreza, sin excusarnos, damos luz. Muchas
personas se acercan de nuevo a la
Iglesia al ver la humidad en nosotros, al descubrir gestos de misericordia. Nuestra actitud debe ser
siempre la de la espera atenta y
humilde.
Salir hacia los demás
para llegar a las periferias,
mirar a los ojos y escuchar, o
renunciar a las urgencias para acompañar
al que lo necesita, desde la humildad, acercase al que viene, o al que está
lejos, sin exigencias, sin pretensiones, sin imposiciones. Simplemente
brillando porque es Cristo el que habita en nosotros. Así, con su luz, en nuestra pobreza. Así muchos podrán
acercarse al no sentirse juzgados, al no pensar que nuestra luz condena y
expulsa, ver que nuestra vida sólo quiere iluminar el camino y dar paz al que
está perdido. Acogiendo, perdonando.
Antonio
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