El poder de la amabilidad



Si nos esforzamos por tener un corazón sencillo nos resultará más fácil ser amables.
Como la gran mayoría  de las cosas de esta vida a ser amable se aprende. Hay que amar por medio de la amabilidad porque el amor es un acto que vale  la pena por sí mismo, que hay que demostrar por medio de actos bondadosos.
Sólo se  requiere  poner más atención alrededor  de las cosas que hacemos y cómo las hacemos; a lo que decimos y cómo lo decimos, y aún más importante, a quien  se lo decimos.
De verdad, resulta sencillo ser benevolentes. La cosa  se  complica  cuando estamos absortos en el día  a día y pasamos por alto oportunidades para ser considerados como los demás. Por eso el reto es ser amable a pesar de las circunstancias o de no recibir tratos agradables de terceros.
Todos  a diario tenemos ocasiones para regalar nuestro corazón por medio de detalles que parecen insignificantes.
Es una delicia cuando se logra hacer feliz a alguien por  medio de actos tan pequeños. Un acto amable, por pequeño que parezca, refleja el hecho de servir  a los demás. Esta es la actitud de quien desea vivir en el amor, con gratitud y generosidad.
La amabilidad brinda la dicha de satisfacer las necesidades de otra persona por encima de los nuestras y hace que un encuentro se tome diferente.
Ser amable implica servir al prójimo, aunque eso implique algún sacrificio y hasta olvidarnos de nosotros mismos.
Hay que aprender a decir cosas agradables a los demás, a ser  bondadoso  con los demás, pero también con nosotros mismos. Si nos esforzamos por tener un corazón sencillo e iluminado por la Verdad será más fácil ser amables, disculpar errores y ser compasivos con los  demás.
Comienza  a ser amable en el lugar menos esperado ¿Cómo?. Simplemente elige sonreír.
Estar atentos  a quienes  te rodean te ayudará también a ser amable y a ellos a serlo contigo. Observa sus comportamientos amables e imítalos. Te sorprenderás  de los actos de generosidad a lo largo del día.
Cuando somos conscientes de  todos esos actos amables, aprendamos a valorarlos y a apreciarlos. Y aumenta también nuestro deseo de ser amables porque una acción amable da pie a otras.
Nos marcharemos un día. Pero quedarán las huellas de los actos de amabilidad que se hicieron a lo largo de nuestra vida, porque no hay acto cordial que sea pequeño o insignificante. Muchas veces  basta una palabra, una sonrisa para alegrar el día a alguien, para devolverle la esperanza. Quizá esa sonrisa sea como la luz que necesita para su vida que hoy está medio apagada.


Antonio

Comentarios