SER PALABRA VIVA.
¿Has observado que, si te falta el conocimiento del alfabeto
y de las pocas reglas gramaticales que se enseñan en Primaria, te quedas
analfabeto para toda la vida, sin saber leer ni escribir aunque tengas
inteligencia y voluntad? Del mismo modo, si no sabemos asimilar una a una las Palabras de vida que Jesús ha
esculpido en el evangelio, aunque seamos “buenos cristianos”, seremos
“analfabetos del evangelio”, incapaces de escribir a Cristo con nuestra vida.
Cada vez veo más claro la belleza de la Palabra de la
vida. Es la píldora donde se concentra todo lo que Jesús trajo a la tierra: el
mensaje evangélico. Así como en la Hostia Santa está Jesús completo, pero
también en un trocito de ella, en el evangelio está Jesús, pero también en cada
una de sus Palabras. Sus Palabras son Palabras de Dios, cargadas de una fuerza
evolucionaria insospechada. Sí, las sabemos asimilar a nuestro espíritu,
generamos a Cristo incluso espiritualmente en nuestro corazón. Sí, esto es lo
que debemos hacer: nutrirnos de la Palabra de Dios y, así como todo el alimento
necesario para el cuerpo se puede tomar ya en una sola píldora, también podemos
nutrirnos de Cristo viviendo una sola de sus Palabras cada vez. Pues él está
presente en cada una de ellas. De este modo, si es el ser lo que cuenta y no el
tener-tal como hoy se afirma-, y si es el ser lo que cuenta más que el
hacer-como podríamos añadir, debemos estar seguros de que, con la Palabra, el
Señor por excelencia está en nuestro corazón; es más, crece en nuestro corazón.
Dios es Aquel que es, el que podrá obrar en nosotros.Antonio
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