Cristo es el centro de
todo en la cuaresma. Cristo en su estado de sufrimiento y muerte a causa del mal y al servicio de nuestra conversión, de nuestro perdón, de
nuestra liberación del mal. El objetivo que debemos perseguir en toda la
vivencia de la cuaresma es entrar en
comunión con este Cristo, asimilar su estado de dolor y de muerte,
purificarnos del mal, de nuestro propio
pecado, de los fallos y defectos que merman en nosotros la verdad y la gracia,
que disminuyen y frenan el amor, la alegría y la paz, solidarizarnos con el
Cristo que sufre en todos los que sufren, y ayudar a éstos a que resurjan de
sus sufrimientos a la paz y la alegría
profunda de la resurrección de Cristo.
Vivir la cuaresma es caminar hacia la Pascua, pasar por las
muerte de Cristo hecha en nosotros mortificación o muerte al pecado,
conversión, penitencia y confesión, hasta purificar y aumentar el amor que nos
hace vivir resurgiendo según la resurrección de Cristo a una vida llena de esperanza, de luz, de alegría, de los
frutos del amor.
Cuaresma vivida en “iglesia” para sentirnos más “iglesia”,
más comunidad de Cristo en el mundo de
hoy. Hemos de hacer comunidad, familia,
grupo animado por la fe y la esperanza que se apoya en el amor y se abre y se
da al servicio de los demás hombres.
Cuaresma viva y actual: hemos
de dar a nuestra cuaresma de
hombres de hoy el realismo de nuestra propia vida: la necesidad, el
hambre, el cansancio, la escasez, la tristeza, la enfermedad y cualquier
sufrimiento cotidianos, son pasos adentro por la cuaresma de esta vida a la
resurrección final.
Es preciso que el
sufrimiento cotidiano de la vida, llegue a ser de verdad paso, andadura, camino
hacia la plenitud gozosa de la vida que
debemos ir construyendo ya, y que debemos buscar y esperar más allá de todo.
Para esto, hemos de hacer de los
sufrimientos diarios el terreno y el tejido de nuestra existencia cristiana, de
nuestro vivir en Cristo camino del Padre, hemos
de descubrir y sentir en el
sufrir diario, en la tristeza, en la enfermedad, en el cansancio del
corazón y en la soledad, la propia ausencia del Señor y el silencio de Dios; y
tenemos que aceptar esas cosas como camino, como marcha dura, como
purificación, como aproximación a la paz y la dicha en el amor de Dios. Camino purificador que podemos andar
con el Espíritu de Cristo, en la
dolorosa oscuridad de la fe, pero con el gozo sereno y firme de la esperanza.
El mundo de hoy
necesita que nosotros vivamos con verdad la cuaresma cristiana, hasta dar un
testimonio que tenga fuerza de ungüento para sus llagas modernas. El hambre, el
odio, la guerra, la injusticia, la explotación, la corrupción, el
materialismo….todas las tareas que destrozan la vida de los hombres por la piel
del mundo, en todas sus latitudes, bajo cualquier régimen, necesitan el mensaje
de paz, amor, justicia y salvación, que brotará de la fe y la vida de los
cristianos, por la fuerza del Espíritu
de Cristo al que hay que convertirse y unirse en cuaresma.
Antonio
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