Cuaresma 2018




Cristo es el centro  de todo en la cuaresma. Cristo en su estado de sufrimiento y muerte a causa  del mal y al servicio  de nuestra conversión, de nuestro perdón, de nuestra liberación del mal. El objetivo que debemos perseguir en toda la vivencia  de la cuaresma es entrar en comunión con este Cristo, asimilar su estado de dolor y de muerte, purificarnos  del mal, de nuestro propio pecado, de los fallos y defectos que merman en nosotros la verdad y la gracia, que disminuyen y frenan el amor, la alegría y la paz, solidarizarnos con el Cristo que sufre en todos los que sufren, y ayudar a éstos a que resurjan de sus sufrimientos a la paz y la  alegría profunda de la resurrección de Cristo.
Vivir la cuaresma es caminar hacia la Pascua, pasar por las muerte de Cristo hecha en nosotros mortificación o muerte al pecado, conversión, penitencia y confesión, hasta purificar y aumentar el amor que nos hace vivir resurgiendo según la resurrección de Cristo a una vida llena  de esperanza, de luz, de alegría, de los frutos  del amor.
Cuaresma vivida en “iglesia” para sentirnos más “iglesia”, más comunidad de Cristo en el mundo  de hoy. Hemos  de hacer comunidad, familia, grupo animado por la fe y la esperanza que se apoya en el amor y se abre y se da al servicio de los demás hombres.
Cuaresma viva y actual: hemos  de  dar a nuestra cuaresma de hombres  de hoy el realismo  de nuestra propia vida: la necesidad, el hambre, el cansancio, la escasez, la tristeza, la enfermedad y cualquier sufrimiento cotidianos, son pasos adentro por la cuaresma de esta vida a la resurrección final.
Es preciso que  el sufrimiento cotidiano de la vida, llegue a ser de verdad paso, andadura, camino hacia la plenitud  gozosa de la vida que debemos ir construyendo ya, y que debemos buscar y esperar más allá de todo. Para esto, hemos  de hacer de los sufrimientos diarios el terreno y el tejido de nuestra existencia cristiana, de nuestro vivir en Cristo camino del Padre, hemos  de descubrir y sentir en el  sufrir diario, en la tristeza, en la enfermedad, en el cansancio del corazón y en la soledad, la propia ausencia del Señor y el silencio de Dios; y tenemos que aceptar esas cosas como camino, como marcha dura, como purificación, como aproximación a la paz y la dicha en el amor  de Dios. Camino purificador que podemos andar con el Espíritu  de Cristo, en la dolorosa oscuridad de la fe, pero con el gozo sereno y firme de la esperanza.
El mundo  de hoy necesita que nosotros vivamos con verdad la cuaresma cristiana, hasta dar un testimonio que tenga fuerza de ungüento para sus llagas modernas. El hambre, el odio, la guerra, la injusticia, la explotación, la corrupción, el materialismo….todas las tareas que destrozan la vida de los hombres por la piel del mundo, en todas sus latitudes, bajo cualquier régimen, necesitan el mensaje de paz, amor, justicia y salvación, que brotará de la fe y la vida de los cristianos, por la fuerza del Espíritu  de Cristo al que hay que convertirse y unirse en cuaresma.

Antonio

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