ME ESTOY HACIENDO UN POCO MAYOR
Sí así es, aunque mi espíritu no lo sea tanto, me estoy
haciendo un poco mayor y la verdad es que estoy orgulloso de serlo, porque si
no lo fuera estaría criando jaramagos y no tendría la oportunidad, que Dios me
ha dado y nos da a todos los que quieran
reconocerlo, que es en la senectud
cuando más se disfruta del amor de Dios. Me encuentro un poco más torpe, mi
cuerpo no responde ya tanto, la ligereza de mis piernas ha desaparecido. Miro a
mi alrededor y mi entorno ha cambiado, no sólo físicamente en cuanto a mis familiares y conocidos, sino
materialmente, el lugar donde vivo no es el mismo que yo conocí antes. Mis
gustos, mis aficiones han cambiado y
todo contribuye a decirme que voy cuesta
abajo, que poco a poco se va acercando mi hora final. Que no sé cuándo llegará,
porque Dios no quiere que lo sepa, sus razones tiene, porque todo lo que Él
hace o dispone es siempre perfecto y tiene una única finalidad clara y evidente
para nosotros, que es la que lleguemos a Él. El problema reside en saber en qué condiciones espirituales
llegaremos a Él, porque es claro que nuestro cuerpo es material, pero nuestro
espíritu volará al encuentro de su orden espiritual, que está en el reino de
luz y amor de Dios, o para el que así lo desee, en un mundo de tinieblas y
odio, si al final no ha querido aceptar el amor que constantemente durante nuestra
vida, insistentemente nos ha estado ofreciendo.
No tengamos miedo a la muerte ella ha de ser la puerta
abierta de nuestra liberación. En ningún caso puede tener miedo quien vive en
gracia de Dios, porque su alma es templo de Dios trinitario y es imposible que Dios no ayude y esté de parte de quien ha
sido su hospedero. Miedo a saber que hay más allá, ese miedo, nos lo mete en el
cuerpo nuestro enemigo que necesita arruinar nuestra fe, pues una persona sin
fe es una lancha, sin timón ni motor que la arrastra la corriente hasta las
cataratas, y eso es lo que desea que nos
estrellemos en esas cataratas del mal, para él tomar posesión de los restos de
la persona de que se trate.
Leyendo A Santa Teresa de Lisieux, recogí unas palabras de su actitud frente a la muerte:” No
necesito escoger día de fiesta para morir. El día de mi muerte será para mí el
mayor de mis días de fiesta. Para morir de amor es preciso vivir de amor. ¡Que
venga pues la muerte! ¡Qué nos libre de la máscara que no cesamos de ofrecer
obstinadamente a los demás y que abra la profundidad de mi ser! Cuando ya
estaba para exhalar su último suspiro, el médico que le asistía le preguntó:
¿Está vuestra caridad resignada para morir?. Ella abriendo sus ojo le contestó”
¿Resignada para morir. Resignación se necesita para vivir, pero ¡para morir! Lo
que tengo es una alegría inmensa”.
Los últimos años pueden ser los más útiles. Serán (o deberían
ser), nuestros años de oración, nuestros años contemplativos. Cuando ya estamos
jubilados, no nos dejemos abatir por la tristeza, sobre todo cuando una o uno
se ha quedado viudo. La soledad es más llevadera para una mujer viuda, sobre
todo si se ha tenido hijos y estos les han regalado nietos. Por eso ahora que
aún estamos los dos, cuantas gracias doy al Señor, por ese gran regalo que me
hizo en mi esposa Isabel, cada día soy más feliz, gracias a ella. Ahora los dos
disfrutamos juntos de los nietos La verdad es que son de gran ayuda
los nietos, poder disfrutar de ellos. Ellas se agarran de tal forma a
los nietos que hay marido si siguen en este mundo que comienza a estar celosos.
Y es que el hombre conforme va avanzando se vuelve más niño, lo cual
espiritualmente es muy bueno.
Y es que conforme pasan los años nuestro cuerpo material, tal
como dice San Pablo, se va corrompiendo
día a día y va surgiendo en nosotros en nuestra alma el hombre nuevo, ya más
libre de ataduras carnales y se entrega con más pasión al Señor.
Antonio
Comentarios