CORPUS CHRISTI: EL SEÑOR EN NUESTRA VIDA



En la festividad del Corpus Christi ¡que nuestras calles sean calles  de Jesús! ¡Que nuestras casas  sean para él y con él! Que nuestra vida de cada día penetre su presencia.
En esta festividad, el Señor sale en procesión, con la alegría  de la Resurrección. El Señor ha resucitado y nos precede. Llevamos  a Cristo, presente en la figura del pan, por las calles  de nuestras ciudades. Encomendamos las  calles, nuestras  casas,  nuestra vida cotidiana, a su bondad. ¡Que nuestras calles sean calles  de Jesús! ¿Qué nuestras casas sean casa  para él y con él. Que  en nuestra vida de cada día penetre su presencia. Con estos gestos ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y de los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida.
Cuando la Eucaristía pase por nuestras calles, tendremos que  preguntarnos si el paso de Jesús-Eucaristía significa la acogida  de su palabra en los corazones de quienes acuden a contemplarlo; si celebramos  su presencia y la vigencia   de su mensaje o, por el contrario todo es ausencia. Solo el que es vida da vida al mundo
Nutrirse del Señor, no significa desatender y abandonar a los demás. Comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos, especialmente a los que más sufren. Difícil es comulgar a Jesús, ignorando la comunión con los hombres. Difícil es saciar el hambre de nuestro corazón en su Pan vivo, sin atender el hambre de los hermanos: tanta hambre en tantos hermanos.

Que María, la Madre del Señor, nos ayude a  abrir cada vez más todo nuestro ser a la presencia de Cristo, que nos ayude a seguirle fielmente, día tras día por los caminos   de nuestra vida.

Antonio

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