Una tarde el violinista Paganini daba un concierto. La sala
estaba llena de espectadores. Él tocaba
el violín con todo el entusiasmo que le caracterizaba. De pronto, se rompe
una de las cuerdas del violín.
Imperturbable, continúa tocando. Se rompe una segunda cuerda, después una
tercera. Finalmente acaba la interpretación con una sola cuerda. La sala
explota en un sonoro y largo aplauso.
¿No podríamos comparar esta historia de Paganini con la vida
de las personas? A todas nos toca interpretar la melodía de nuestra propia vida
familiar, y para ello tenemos unos dones, unas cualidades. Sin embargo, el
tiempo va pasando y también se nos rompen las cuerdas, piernas cansadas, incapaces de aguantar caminatas y
estar mucho tiempo de pie; la memoria empieza
a fallar y ya no encontramos las cosas ni recordamos los nombres de las personas más cercanas; la fatiga llega
más pronto que antes y hay que descansar más
a menudo e ir a dormir más pronto; incapacidad para aguantar ciertos ritmos
de vida, etc. ¿Cómo reaccionamos ante estas roturas de cuerdas del concierto de
nuestra vida?
Algunos reaccionan con tristeza y malhumor; otros se aíslan porque piensan que ya no sirven
para nada: otros viven con paz y sin perder el humor ante esa contrariedad de
ver que fallan las cuerdas de la vida.
Sí, lo ideal, lo hermoso, es seguir adelante con la última cuerda. La cuerda
del ánimo, de la paciencia, de la paz y, finalmente, del silencio. Ojalá
podamos tener la tenacidad de Paganini y seguir hasta el final con paz y buen
humor.
¿Qué cuentan menos contigo? Ya contaron cuando eras más
joven.
¿Qué no te piden consejo? Ya aconsejaste bastante cuando eras
joven y tenías a tu cargo a unos hijos que cuidar, unos alumnos a los que
educar, unos trabajadores a los que aconsejar y una comunidad a la que guiar.
Entonces, ¿ya no hay nada que hacer? ¿No queda más que
arrinconarse y pudrirse? De ninguna manera, sigue animando, sonriendo, sigue
estando ahí para cuando te necesiten y, sobre todo, sigue rezando para que el
mundo avance por caminos de paz, de
respeto a las personas, de justicia y de solidaridad.
¿No es hermoso el ejemplo que nos ha dejado el Papa Benedicto XVI retirándose en el silencio, el
estudio y la oración? No pierde la paz, no se amarga por no estar en el primer
puesto de la actualidad. Presta un inmenso servicio desde su retiro vivido en
la confianza en Dios y en los demás y con la espera activa del día en el que el
Señor le llamará a entrar en su descanso del cielo.
Ojalá el Señor nos conceda saber interpretar cada día la
melodía de la vida con las cuerdas que tengamos entre manos sin perder nunca la
paz, la alegría y el amor.
Antonio
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