Yo creo que, con el paso de los años, somos mejores. El
tiempo nos hace más maduros, más humanos, más frágiles al haber sido heridos
por la vida..
Es cierto que a veces pensamos que no es así. Que no somos
tan inocentes como cuando éramos jóvenes. Puede ser que los años nos hayan
quitado frescura, pureza, incluso verdad. Es posible.
Tal vez los años a veces desgastan el alma. Y hacen
desconfiados a los que confiaban. Tristes a los alegres. Rígidos a los flexibles.
Es posible que también pueda oscurecerse la esperanza que tenía una mirada
optimista. No lo sé.
Me gustaría pensar que siempre crecemos en vez de menguar. Y
que somos mejores en lugar de pensar que hemos perdido algo con el desgaste de
la vida. Pero puede que tengan razón los que creen que han perdido algo con el
paso de los años. No lo discuto.
A mí me gusta más creer
que los años nos dan madurez y humanidad. Nos acercan más a la verdad que
somos. Nos hacen más realistas sin perder nuestros sueños. Nos llevan a confiar más en las personas, aunque nos
hayan fallado. Nos hacen ver con claridad nuestra fortaleza y debilidades.
Prefiero creer que nos admiramos más ahora que antes. Que nos
gustamos con nuestras torpezas, sin amargura. Que nos amamos más que cuando
éramos jóvenes, cuando éramos más inmaduros. Más y mejor.
Creo que los años nos pueden hacer más sensibles en las
palabras y en los gestos. Menos egoístas, igual de soñadores, o tal vez más. El
tiempo nos habrá hecho llorar y reír. Ojalá sigamos luchando, sin dar nunca
nada por perdido.
Tal vez el tiempo nos haya quitado el miedo a luchar y
arriesgar. No sé si tendremos más o menos que perder. Pero a lo mejor somos más
libres que antes. No sé si nos veremos más viejos, pero espero que no más
cansados. Más frágiles, pero no más caducos. Más sensibles, pero no más necios.
Más heridos, porque a veces la vida hiere, pero no más rencorosos. Me gustaría
que todos pudiéramos decir que hemos luchado por ser mejores. Que lo hemos intentado una y otra
vez.
A lo mejor el tiempo nos ha hecho descubrir que una caricia,
un abrazo un beso, valen más que muchas palabras de cariño. Y nos hemos
convencido del valor de la vida cada día en las cosas que, aparentemente, no
cambian el mundo. Cosas pequeñas. Y hemos descubierto el valor de lo ordinario,
de lo repetitivo, como esas avemarías del rosario desgranadas entre los dedos.
La verdad de nuestra vida la sabe Jesús y a nadie más le
importa. No importan entonces la edad, ni las canas, ni las arrugas. Espero que
el tiempo nos haya enseñado a mirar a los ojos a los que van con nosotros. Creo
que, al pasar los años, hemos cambiado, eso seguro. Y seguimos cambiando.
Ojalá, eso sí, acabemos siendo, cada día, algo mejores.
Antonio
Comentarios