Muchas veces oigo hablar de fidelidad. Ser fieles hasta la
muerte. Ser fieles hasta la vida eterna.
El amor es lo que posibilita que yo esté dispuesto a dar la vida por alguien.
Por una persona. Por Dios.
A veces me cuesta ser fiel. El camino está lleno de renuncias
y entregas. De ofrecimiento por amor. Es lo que
me pide Dios. Que sea fiel en mi camino. Que no pierda nunca la
esperanza. Que no cambie la ruta marcada. Que no deje de luchar a su lado en
medio de la vida. Sea como sea. Sea donde sea. Una fidelidad probada.
No es tan sencillo ser fieles en este mundo que no valora
tanto la perseverancia. Cambio de trabajo, de casa, de vida, de compañías. Las
amistades eterna, losa amores para siempre, la permanencia constante no se ven
como un bien en sí mismos. Depende. Cambiar hace bien, llena el corazón de algo
nuevo. Y entonces dejo de ver la fidelidad como un valor.
Hace poco estuve en unas bodas de oro matrimoniales,
siempre que soy invitado a una de ellas me conmueve. Sé lo difícil que
es caminar cada día, cada hora por un mismo camino. Luchar y amar en cada
momento como Dios me invita a hacerlo.
Amar siempre, no sólo cuando resulta fácil. No sólo al comienzo cuando todo
está lleno de luz.
Valoro mucho la fidelidad de los mayores. La fidelidad es el
amor probado. La fidelidad en una vida que ha pasado por duras pruebas. Yo
también quiero ser fiel a los pasos que
he dado. A las vidas que he abrazado. A las huellas que he dejado.
Quiero ser fiel en lo pequeño y no en grandes declaraciones. Fiel en el tiempo, para
siempre. Es la gracia que le pido a Dios. Es la gracia que le suplico a María.
Que me enseñe a ser fiel siempre.
Antonio
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