Te aceptas como eres ?



Cada  uno es muy valioso. Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. ¿Qué más podemos desear? Dios entró dentro de sí mismo para ahí buscar nuestro molde. ¿Cómo, entonces, puedes reclamar cualidades que no se tienen. ¿No es eso ser ingratos a Dios?.
Antes de lamentarte y quejarte, agradece lo que tienes, y todo lo que has recibido gratuitamente de Él.
Mira tus manos perfectas.,. y di ¡Muchas gracias, Señor! Piensa en tus ojos que miran al horizonte, tus oídos que oyen el cantar de los pájaros, mírate a ti mismo, di:¡Gracias Señor!
La peor cualidad de un hijo es la ingratitud frente al padre. Tú has recibido una gran herencia de Dios, que está dentro de ti: tu inteligencia, tu libertad, tu voluntad, la capacidad de amar, la memoria, la conciencia, etc, en fin tus talentos que Dios espera que hagas crecer para su bien y el de los demás.
Lo primero que tienes que hacer para poder multiplicar esos talentos es aceptarte como eres física y espiritualmente. Reconoce y acepta tus problemas. Crecemos como personas humanas cuando vencemos nuestros problemas y superamos nuestros límites. El hombre crece en la lucha y en la crisis.
Dios tiene un proyecto para ti y para cada uno de nosotros, una bella misión que cumplir, y puedes estar seguro de que Él no nos entregó un mundo exactamente  acabado  para podernos dar el honor y la alegría de ser sus colaboradores en esta bella obra. Necesita de nuestras manos y nuestra inteligencia. Quiere usar nuestros talentos.
El hombre más  infeliz es aquel que se encierra en sí mismo y no usa sus talentos para el bien de los demás. Ese hombre se deprime.
Es un acto de madurez tener la humildad de reconocer tus límites y aceptarlos, eso no es ser menor menos importante, es ser real. Acepta tus limitaciones, tus problemas, tu físico, tu familia, tu casa, tu color, tus padres, y tus hermanos, por más difíciles que sean, y comienza a trabajar con fe y paciencia para mejorar lo que es posible.
No puedes compararte con otra persona, y quién sabe, quedarte deprimido porque no tienes los mismos éxitos que los demás. Cada uno es uno frente a Dios. Tampoco te dejes llevar por el juicio que otras personas hacen sobre ti. Que sepas una cosa: tú no serás mejor porque las personas te elogien y tampoco serás peor porque te critiquen.

Como decía  San Francisco: “soy lo que soy frente a Dios.

Antonio

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