LA PARROQUIA: LA IGLESIA
DE TODOS.
Para la mayoría de los creyentes, la parroquia sigue siendo,
con todas sus lagunas y deficiencias, el
ámbito eclesial donde viven y alimentan su fe, la comunidad donde se enraíza la
experiencia cristiana de nuestras gentes. Por eso hemos de celebrar con gozo
los esfuerzos que se vienen realizando
por caminar hacia unas parroquias más evangélicas y con mayor fuerza
evangelizadora.
La parroquia no es una institución a la que se acude para
pedir unos servicios no es una oficina en la que se espera a que los feligreses
vengan, es mucho más, destaca por su carácter vivencial y familiar, donde la
gente se quiere, se respeta, colabora y se responsabiliza según las propias
posibilidades. La parroquia es una familia donde sus miembros se conocen, se
quieren, se ayudan, se disculpan: donde se vive la fe, la oración, el servicio, la alegría. La parroquia debe crear
la primera comunidad del pueblo cristiano, que nazca del encuentro con la Palabra.
Tenemos que tener siempre en cuenta: que la acción
evangelizadora arranca siempre de la experiencia personal de la salvación de
Jesucristo que se vive en la comunidad creyente; evangeliza la comunidad que ha
hecho en su interior la experiencia del Evangelio. Si queremos impulsar una nueva
evangelización en la sociedad contemporánea, hemos de redescubrir la
importancia de la parroquia como comunidad orante y recuperar las posibilidades
que ofrece como ámbito eclesial donde puede alimentarse la vida orante de los
creyentes y su fuerza evangelizadora.
La misión de la parroquia es la misma misión de la Iglesia.
Tiene como tarea, evangelizar, transmitir y educar la fe y el seguimiento a
Jesucristo.
Sin duda en nuestras parroquias se ora, se invoca a Dios, se
alaba su grandeza, se celebra el misterio de nuestra salvación en Jesucristo,
se pide perdón. Es mucho lo que lo que se ha ido logrando en las comunidades
parroquiales. Ha crecido la comprensión del pueblo y su participación en la
acción litúrgica. Cada vez son más los fieles que toman en parte en los
diversos servicios del culto. En general en las parroquias celebran hoy su fe
de manera más viva y consciente. Sin embargo desde mi punto de vista, queda en
segundo plano la adoración, la alabanza, la comunicación gratuita con Dios, la
efusión de la oración. Creo que hay que cuidar más la vida interior de los
hombres y mujeres que colaboran en la marcha de la parroquia. Bastantes de ellos,
desbordados por una actividad excesiva, atrapados en la rueda de compromisos,
reuniones, tareas diversas, privados de verdadero alimento para su vida
interior, corren el riesgo de irse convirtiendo, poco apoco en funcionarios, más que en testigos de
la fe y evangelizadores. Es verdad también que poco a poco comienzan a promover
en las parroquias nuevas experiencias de oración y a convocar encuentros.
También hay que valorar los esfuerzos en las catequesis de infancia y jóvenes.
Respecto a los cursos de novios, hay que
mejorarlos mucho.
La parroquia encierra en sí las causas ordinarias que la
Iglesia recibe de Cristo para salvación de los hombres: la Palabra y los
Sacramentos. Tiene como celebración central, la Eucaristía, en el Día del
Señor, en esta celebración cada fiel se encuentra en su Iglesia, es decir en la
Iglesia de Cristo.
La pluralidad de la parroquia es fiel reflejo de la
pluralidad de la Iglesia misma.
En la parroquia, se comparte la historia humana de todos los
que la integran y de quienes están alejados o se sienten fuera de ella. Es la
apertura de la parroquia al compromiso social y apostólico de los que sufren,
que es el mismo de la Iglesia.
La parroquia prioriza la atención a los pobres y a los
enfermos, a los más necesitados de la sociedad. Cuidar mucho los momentos de duelo En cierta ocasión, Monseñor Oscar
Rodríguez Mandariaga me dijo: que la solidaridad debe ser la característica de
toda parroquia y de toda comunidad como ejemplo de esto Cáritas. La parroquia
debe tener la prioridad de la Misericordia.
El párroco es el
verdadero pastor de la parroquia, que ejerce su ministerio como colaborador del
obispo y bajo su autoridad, pero necesita de personas para llevar a cabo la
misión evangelizadora. El párroco debe ser un santo, fiel y perseverante
sacerdote, un verdadero pastor, atento a los signos de los tiempos, depende
mucho de él la marcha o no de la
parroquia.
Una de las dificultades de la pastoral misionera en la
parroquia es el “lenguaje”, el mejor lenguaje misionero es el del “testimonio”.
Es fundamental que todos los miembros de la parroquia, ya sea individual o como
comunidad parroquial, hablen el lenguaje del testimonio. Sin duda, los
“alejados” escucharán y atenderán esa
“voz pastoral”.
También los gestos y signos, exteriores y visibles, de la
comunidad parroquia respecto a la “acogida” serán el mejor testimonio
evangelizador. La parroquia ha de ser la casa abierta a todos y al servicio de todos. La gran familia de los
hijos de Dios.
Nuestra parroquia será la familia donde se ve crecer en la
fe a todos aquellos que se acercan
buscando conocer a Cristo.
Debe ser escuela de comunión y la casa donde compartir los
dones que Dios nos da personalmente y nosotros debemos poner al servicio de la
misión de la Iglesia. La Eucaristía es la que hace nacer la Iglesia, la oración
de los fieles la que sostiene la fe y la caridad con los necesitados la que
hace de la misión una garantía de caminar tras la huella del Maestro.
La Iglesia ha mostrado siempre su razón de ser y su misión en
hacer presente a Jesucristo y darlo a conocer hasta los confines del mundo y
esto se hace a través de la parroquia.
Antonio
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