Sinceridad


LA SINCERIDAD…………
Un nieto de mi cuñada de 8 años, observa a su madre que se pone crema en la cara.
¿Qué te estás poniendo en la cara, mamá?.
Es crema para las arrugas, hijo.
¡Ah! Pues  debe ser muy buena esa crema, mamá, porque cada día tienes más  arrugas.
Todos tenemos experiencias de los crueles que resultan los niños con su sinceridad espontánea. Ellos no son conscientes de que cuando decir la verdad a veces duele, no hace bien, hace daño.
No conozco a nadie que no se considere sincero, pero para algunos, ser  sinceros no es decir la verdad, sino ser desagradables, hiriente, insultante, grosero.
Y cuanto más zafio es, más  sincero se considera. Y, como siempre encontramos razones para justificarnos, disculpan su crueldad por el bien supremo de la verdad.
Pero decir la verdad no tiene nada que ver con la mala educación. La franqueza puede doler; pero nunca molestar ni herir.
No conviene olvidar que cuando decimos lo que pensamos, podemos ser sinceros, pero estar equivocados. Confundimos la verdad con nuestra verdad. La más elemental prudencia nos debe  llevar a ser humildes y, cuando damos una opinión, ser conscientes de que nos podemos equivocar.
Las palabras pueden destruir o pueden edificar. Cuando se trata de hacer comentarios negativos es mejor callar o decir aquello que puede elevar la  autoestima del prójimo. Ser honestos quiere decir expresarse libremente sin tener que herir ni irrespetar los  sentimientos d nadie.
Ser sinceros no significa ser hirientes ni ofensivos, significa hablar con la verdad para impulsar a otro a ser mejor. Hay que decir la verdad con caridad, para ser eficaz, caridad y verdad nunca deben estar reñidas.

Fundamentalmente atender a lo que decimos, pero importantísimo atender a cómo lo decimos, porque no vaya a ser que, a fuer de ser sinceros, llenemos de arrugas la cara del prójimo.

Antonio

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