EL Papa Francisco nos ha hecho un gran regalo con esta
Exhortación sobre la familia.
No es un tema que deja indiferente y no es para menos dado
que la realidad de la familia es realidad de máxima y primerísima importancia
para el hombre y la sociedad, la institución más universal, o mejor, la que es
verdaderamente universal y está en todos los pueblos y culturas, en todas la
religiones y credos, porque es lo más profundamente humano, y es lo más
apreciado y querido por todos.
La familia es eso: gozo, alegría de esa comunidad originada
en el amor, obra del amor, edificación del amor de cuantos la forman, portadora
del amor que construye el gran proyecto, gozoso y esperanzador, que Dios ha
encomendado al hombre: hacer de todos una unidad establecida por el amor donde
reine el amor. Se trata de una Exhortación que recoge fielmente, creo yo, la
Tradición de la Iglesia sobre la familia, basada en el amor, fiel y para
siempre, de esposo y esposa, que se prolonga en la generación, mantenimiento,
educación de los hijos, base de toda
relación personal e interpersonal y de toda convivencia. No hay por eso nuevas
aportaciones a la doctrina de siempre:
hay un enfoque muy pastoral, de misericordia y verdad ensambladas sobre esa
doctrina d siempre.
Pero tiene una gran particularidad, el realismo con que se
aborda el tema. Se tiene en cuenta las múltiples y variadas situaciones de las
familias, los gozos y las esperanzas, los sufrimientos y las penas, las
dificultades y las alegrías de las familias actuales, toca el tema muy
pegado a la realidad, con pocas
concesiones a las teorías o idealismos. Baja
a la arena, se compromete, se “moja”. También con las heridas que hieren
actualmente a las familias. No las escamotea. Para mí está escrita con mucho
amor a la familia y a las familias, con las que comparte sufrimientos,
trabajos, alegrías, logros, problemas, esperanzas. Las asume y las hace suyas.
Las comprende. Está escrita con gran
comprensión y compasión, con misericordia, rasgo propio de este Papa. Es esperanzada y esperanzadora. Es muy
importante su lectura, con calma y
sosiego, con atención y apertura, hay que tomarse tiempo en leerla, se gana mucho
con su lectura, al leerla se da uno cuenta de que en la familia, en la familia
nueva y renovada por la alegría del amor se abre el camino del futuro para la
humanidad que tanto lo necesita: la necesitamos todos, adultos y jóvenes, niños
y ancianos, sociedad e Iglesia, todos, porque es un don de Dios, de Dios que es
amor y ha puesto ese amor en el corazón del hombre y de la mujer, de los padres
y de los hijos, de los abuelos y de los tíos que forman esos millones de
familias. También aconsejo, que una vez leída, difundirla con el mismo espíritu
y talante con el que ha sido escrita. Con amor a la familia y gozo por ella,
con solidaridad para con las familias en particular que lo pasan mal, con
agradecimiento a las familias, con la responsabilidad ante la familia y por
ella y con el discernimiento que tantas veces en este texto el Papa recomienda
y hace suyo.
Antonio
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