Mi conducta, mis palabras, mis incoherencias, mis pecados,
pueden dañar la inocencia de aquellos que me miran. No escandalicemos a nadie
con nuestras palabras o con nuestras acciones. Que mi conducta no sea de
escándalo para otros. Creo que el escándalo es el peor daño que podemos causar
a otros. El escándalo viene provocado por nuestra incoherencia de vida. Muchas
veces escandalizamos con nuestras palabras cuando juzgamos, criticamos,
condenamos.
Creo que somos motivo de escándalo cuando nuestros juicios
carecen de caridad. ¡Qué importante cuidar siempre lo que decimos y a
quién se lo decimos.
No tenemos que decirlo todo. No tenemos que opinar sobre
todo. A veces lo hacemos para quedar por encima, para hacer ver nuestra bondad,
nuestra belleza, resaltando la maldad y la fealdad de otros.
La crítica, la difamación, los comentarios llenos de maldad, dañan al que lo escucha y al que
es ofendido. ¿Cómo son mis palabras y mis juicios?
Hay personas a las que les gusta provocar. Tratan de atacar
principios sagrados para otras personas. Hieren con sus palabras. ¿No lo
hacemos a veces nosotros? Nuestra lengua puede ser fuente de escándalo- mis
palabras pueden provocar desconcierto. Si lo que estoy pensando no edifica tal
vez debería callarme. Mi silencio es sagrado. Mis palabras muchas veces no son
sagradas.
¡Cuánto bien hacen las palabras que construyen! ¡Cuánto bien
hago al hablar bien de otros!
Me gusta pensar en cómo hablaba Jesús. Nunca hablaba mal de
nadie. Lo que dice lo dice sin adornos. Pero sus palabras están llenas de luz,
tienen vida eterna.
Sus palabras crean, construyen, cambian la vida de los que
escuchan ¿Y mis palabras? ¡Cuánto tenemos que cuidar lo que decimos!
Antonio
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