Hay momentos para contar y momentos para callar. No todos los
momentos son buenos para decir lo que nos está pasando. A veces basta el
lenguaje no verbal. Suele ser el más importante.
¡Cuántas veces nuestros gestos desdicen nuestras palabras!
¡Cuántas veces bastan los gestos, los silencios, las miradas, las sonrisas, las
caricias, los abrazos, las posturas, los suspiros, para mostrar a los demás lo que estamos viviendo.
A menudo la comunicación más importante es la que no tiene
palabras, porque las palabras tantas veces nos confunden. Nos explicamos mal,
decimos lo que no queremos decir. Por rabia, porque somos impulsivos. Herimos
con palabras.
¡Qué difícil consolar
con palabras al que sufre! ¡Qué complicado expresar con palabras lo que
nos duele! ¡Cuánto nos cuesta pedir ayuda! Cuesta contar las cosas importantes.
Incluso a veces otras menos importantes.
Muchas personas no logran contar lo que les pasa y lo hacen
con gestos, con sus actitudes. El dolor es tan fuerte que no pueden expresarlo
con palabras. En la vida no todo son palabras. Son necesarias, claro. Pero
importa sobre todo ese diálogo de corazón a corazón. Un diálogo lleno de
silencio. La ternura, las caricias, los silencios hondos, las miradas
profundas. El respeto ante lo sagrado, la intimidad que Dios nos regala. Las
manos que tocan, los brazos que abrazan. Sí, el diálogo es mucho más que
palabras.
Antonio
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