Llevo un tiempo en que mi salud no goza de su mejor momento:
pruebas, medicación, tratamientos y demás han mermado mis fuerzas y también en
parte mis actividades. Aunque mi presencia “exterior” es buena, como se
dice:”la procesión va por dentro”, pero también es verdad que no estoy
desanimado y soy un privilegiado por tener
esa cuidadora, Isabel, mi esposa,
que en silencio, con delicadeza y sobre todo con mucho amor me cuida en
cada momento y más aún porque el Señor y su Madre, me miman, me dan fuerzas
¡cuánto recibo de ellos!.
Y por eso doy gracias por la ayuda espiritual que he recibido
y recibo, durante este tiempo en el que mi salud flaquea.
La cruz es un regalo valiosísimo, que da sentido a lo que no
tiene sentido y consuela a quien no tiene consuelo. Y así Jesús nos da el
regalo de poder agarrarnos a Él por medio de la cruz. De esta manera, podemos
convertir lo que sería una desgracia en la
alegría de vivir en el Señor. El Señor es delicadeza, misericordia,
silencio. Hay que saber escuchar para que Él pueda hablar al corazón. Hay que
abrazar y agarrarse a la cruz porque ése es el calvario directo al Señor.
Tengo fe y confianza en un Dios que siempre está cerca de mí
y aún más en los peores momentos. Y lo que le pido al Señor que me de la
fortaleza y ánimo necesario para ayudar y acompañar a tantas personas que se
rebelan y luchan contra su cruz, desgarrándose por dentro, que vean por sí
mismos, que Dios es un Dios de
misericordia, que les acompaña en su “calvario” y que nunca les deja
solos.
Antonio
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