ENTREGADOS AL AMOR.


Vivir es escuchar sin cesar la llamada de la vida por vivir. Vivir es una necesidad para el viviente porque no cesa, una y otra vez, de resonar en él el proyecto del amor de Dios. En cada amanecer, empieza  en nosotros un nuevo día. De cada uno depende, sin embargo, que el nuevo día no sea un día más, que sea  nuevo de verdad, que  su novedad nos renueve como si fuera el primero de nuestra vida. No elegimos nacer, pero si podemos renacer cada día. La vida tiene inicio y plenitud, solo si nosotros queremos escuchar su llamada en clave cristianan, con actitud exultante de esperanza y gozo.
Es vivir, un ensayo de responsabilidad y entrega hasta el fin, es corregir y aclarar nuestra propia definición del día  anterior. Levantarse cada mañana, volver a empezar, retomar la vida cotidiana allí donde se dejó el día anterior, tal y como se dejó, con sus adversidades e inquietudes, con sus fracasos y certezas. Vivir es amar dejando ser amado, ser alguien para alguien, en vez de nadie para todos. Vivir es aprender a  alcanzar el cielo no para uno mismo, sino para los demás; renunciando a él para entregarlo.  Vivir es dar y recibir lo nuevo, el regalo, la razón, la oportunidad del nuevo día donde se hace presente el combate del corazón y de la propia vida, en el que no podemos permanecer ajenos al prójimo.
Vivir es caminar junto a la Cruz de Cristo construyendo palabras de amor que forjen oraciones de perdón. Tender lo brazos allí donde falten manos, es vivir los mandatos de Dios, haciendo cumplimiento en solícita entrega de amor.

Que María, Madre del manantial de Vida, nos conduzca a imitar su ejemplo de vida, aprendiendo de Ella que el mejor lenguaje, el que llega más adentro, no es el que emana de los labios, sino el que brota del corazón de una Vida entregada al Amor.

Antonio

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