2º Domingo de Cuaresma

Transfiguración

Amados míos, estas cosas no se dijeron solo para los que las escuchaban con sus oídos, sino que, en las personas de esos tres apóstoles, fue la Iglesia entera la que aprendió todo lo que vieron sus ojos y oyeron sus oídos. Que la predicación del santo evangelio sirva, por lo tanto, para la confirmación de la fe de todos, y que nadie se avergüence de la cruz de Cristo, gracias a la cual todo el mundo ha sido redimido. Que nadie tema sufrir por la justicia, ni desconfie del cumplimiento de las promesas, porque por el trabajo se va al descanso,  y por la muerte se pasa a la vida; pues el Señor echó sobre sí toda la debilidad de nuestra condición, y, si nos mantenemos en su amor, venceremos lo que él venció y recibiremos lo que el prometió.
En efecto, ya se trate de cumplir los mandamientos o de tolerar las adversidades, nunca debe dejar de resonar en nuestros oídos la palabra pronunciada por el Padre: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadlo.

San Leon Magno: Sermón 51, para el Segundo domingo de Cuaresma.


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