LA CONTRARIEDAD DEL SACRIFICIO


Muchas veces, sin buscar la ocasión, alguien nos mete en un callejón sin salida. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo, eso que considerábamos malo resulta ser algo beneficioso, pues hemos ganado en experiencia, madurez, o simplemente resultaba el abono desagradable que da frutos hermosos. Por otro lado, hay momentos en los que alguien nos ayuda, nos hace la vida más agradable o nos da una seguridad que no teníamos. Eso, que a corto plazo podría ser útil, quizás  a la larga suponga un tropiezo,  cuando se descubren las malas intenciones con las que  se nos pretendía ayudar. Cuando te encuentres en una dificultad, mejor que huir de ese sufrimiento, calla y haz silencio. Callar ante lo que no entendemos o ante una actitud mezquina, antes que hacer un juicio precipitado. ¿No hizo eso Jesús en el pretorio, frente a Pilato?

El sacrificio nos resulta, casi siempre, una enorme contrariedad, porque nos exige un plus de esfuerzo que va contra nuestra desgana y pereza. Prueba, entonces, a sobrellevarte con generosidad, sin mirarte a ti mismo, y tendrás ya tu recompensa. En tu entrega  a los demás y en tu renuncia, además de resolver la situación y de crecer en la madurez personal haces un bien  que ayuda a otros a crecer por dentro. Pero, cuando el sacrificio nace sólo de la resignación o del voluntarismo, se vuelve una losa pesada que ahoga y entristece el corazón. Cuando estés pasando ese momento duro, quizá en soledad y si ánimo, no te quejes, interioriza esa entrega y ponla en manos de Dios, si no quieres que te devore la resignación a través de lamentos y excusas. Perderías, entonces,  la fuerza de tu generosidad. La gracia y la oración  te ayudarán  a unirte a la entrega de Cristo en la Cruz, y a vivirla desde el silencio de Dios, el único que juzga la bondad de nuestros actos.

Antonio

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