UNA SONRISA.
En ocasiones valoramos de forma especial una sonrisa. En
momentos de angustia o ansiedad, cuando tenemos dudas y miedos, cuando tememos
el futuro y todo es incierto. En esos momentos una sonrisa vale oro. Nos cuesta tanto regalarla y se aprecia como
lo más valioso cuando se recibe. Cuando
no sonreímos nos olvidamos de la luz de la vida. Las personas serias ven que
todo es importante, transcendente, grave. Ven mal las bromas fuera de lugar,
cuando no corresponden. Les parece que las bromas desentonan. Como si una
broma, una sonrisa, una risa, le quitara peso y valor a lo que tenemos ente
manos. Todo parece muy serio. A lo mejor
falta alegría en el alma e
ingenuidad para mirar la vida con más confianza y sin miedo. Decía el P.
Kentenich: La falta de Dios del tiempo
actual significa una muy honda falta de alegría en nuestro tiempo, una carencia
de alegría que está profundamente arraigada, que va ganando terreno. A lo mejor
muchos ya no sonríen porque han perdido la esperanza, porque ya no encuentran
motivos para reír. Y tal vez muchas personas hayan perdido la alegría porque ya
no ven a Dios en sus vidas, ya no confían en su amor providente, en un Dios que
los ama con locura. Cuando es así, falta la alegría verdadera, la del alma, la
que procede de Dios y no de las circunstancias de la vida. Es la alegría que
anhelamos, la que nadie nos puede quitar. Me conmueve ver a personas mayores que sonríen siempre.
Los saludas y sonríen. Les duele algo y cuando los miras, sonríen. Los saludas
con cariño y responden con una ancha sonrisa. Me gustaría llegar a viejo con
una sonrisa grabada en el alma. Una sonrisa eterna, que proceda de Dios. Una
sonrisa que alegre a otros. Una sonrisa levanta el ánimo y acoge con los brazos
abiertos. Es verdad que la seriedad es importante en ciertos asuntos
serios. Pero muchas veces una sonrisa lo
hace todo más fácil, incluso lo serio.
Los niños no saben ser felices en silencio. Ninguna risa es
más sincera que la suya. Las risas adultas con frecuencia son afectadas,
superficiales. La risa de los niños debe su autenticidad a una experiencia, más
honda que la de poder jugar y bromear. Los niños en general, si tienen unos
padres medianamente buenos, se sienten inmensamente amados. Este es el secreto
de su risa y de su dicha. Se encuentran seguros y confiados. Sonreír como los
niños. Sin nada que temer porque nos sentimos seguros. Confiar y sonreír. Descansar y reír. Como los niños.
Antonio
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