UN DIA MÁS, UNA NUEVA OPORTUNIDAD DE AMAR A DIOS, DE SER
FELIZ.
Un día más Señor. Un día que me regalas para intentar ser
mejor, para parecerme un poco más a Tí
¡Pero cuesta tanto! No hace falta que Te lo diga, de sobra me conoces,
pues soy hijo Tuyo. Las dificultades son muchas, la cruz-por pequeña que sea-me
pesa horrores. Sin Ti no puedo con ella, no hay manera. Me lastran los
egoísmos, las mentiras, los desplantes. Y no paro de quejarme, o de intentar
mirar hacia otra parte. Como si la cosa no fuera conmigo. Como si la cosa no
fuera Contigo.
Pero las peores dificultades son las mías propias, las que
nacen de mi corazón mezquino. Me hago el sordo a tu voz, renuncio infinidad de
veces a la felicidad de tu presencia. Y me paso horas sin hablarte, incluso
días, ensimismado en mis caprichos, en lo cómodo de una actividad mediocre.
Aunque sé que estás ahí, a mi lado, mientras trabajo, escribo o barro la
cocina. Y ya ves, no tengo tiempo para Ti. No tengo tiempo para Ti, que eres el que me da el
tiempo y me ofreces la eternidad.
Mira, he aquí un nuevo
día. Un día luminoso de gracia, y de trabajo. Sé que podría ser mi último día. Enséñame a
distinguir lo importante de lo superfluo, la verdadera alegría de la carcajada
vacía. Te ofrezco hasta mi desdén, si lo hubiera, o mi torpe silencio. Para que
Tú lo transformes en diálogo amoroso. Contigo y con los demás, y así las horas
de este día estén cuajadas de plusvalía divina.
Que tu Corazón sea mi corazón. Alúmbrame con la claridad de
tu Amor. A pesar de las contrariedades y
de la sequedad, de la enfermedad o de la incomprensión. Úneme a Ti a lo largo
de la jornada. Uno Contigo, con mi familia, con mis amigos. Unidad de
ternura infinita. Porque esta luz de la
mañana- estallido de tu gloria-me indica que lo único sensato en esta vida es
querer ser Tú, a pesar mío.
Señor, me siento urgido a mirarte más de cerca. Me siento
urgido a derramar por las calles y las grandes avenidas tu bendición y tu
sonrisa. Me siento urgido a convocar a todos los poetas del mundo para que
canten tu misterio. Me siento urgido, en definitiva, a ser mejor hijo. A
entregarme del todo. Mudo de asombro. Con la constancia del amor.
¿Para qué quiero mi inteligencia si no es para conocerte?
¿Para qué quiero mi corazón si no es para amarte? Sé que Tú te sirves de mi
propia debilidad para fortalecerme. Ayúdame más, ayúdame a profundizar en el
abismo de tu misericordia mientras voy
en el metro, en el autobús o leo el periódico o estoy con mis hijos o nietos.
Ayúdame a mirarte en todas las cosas a lo largo del día. Siempre de la mano de
María, que es madre Tuya y Madre mía.
Antonio
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