Lucha de Jacob contra el angel.
Eugene Delacroix (1798-1863)
Nacido en una familia burguesa, su vida transcurre entre Marsella, Burdeos y Paris, donde comienza su formación en el Liceo Imperial, completando una formación humanista, dominando el latín y el griego; y admirando el mundo clásico y su fuentes.
En la Iglesia de Sant Sulpice de Paris desarrola un ambicioso programa pictórico basado en los Santos Ángeles; así en la bóveda tenemos a San Miguel vencedor del demonio y en los muros laterales: La expulsión de Heliodoro del templo y la Lucha de Jacob con el Angel.
Esta representación trata el capítulo treinta y dos del Génesis, en el momento previo de la conversión de Jacob : Ya no te llamarás Jacob sino Israel, porque has luchado contra Dios y contra los hombres y has vencido.
Vemos la imagen desplazada a la izquierda mostrándonos la musculatura desbordante del personaje ( que recuerda a Miguel Angel), y que se aleja de los modelos clásicos para expresar violencia en la lucha. El ángel recoge el momento en : que viendo que no lo podía vencer, tocó a Jacob en la ingle, y se dislocó la cadera de Jacob.
Delacroix en la lateral derecho pinta unos personajes secundarios que pueden interpretarse como servidores de Jacob, representados al modo oriental; como también lo son las ropas y armas que el patriarca a dejado en el suelo.
Como curiosidad vemos que la escena es tratada durante el día, mientras que en el pasaje bíblico transcurre en la noche: un hombre luchó con el hasta despuntar el alba..; Bien, Delacroix viajó por el Norte de Africa y quedó deslumbrado por su luz y sus colores, hasta el punto que manifestaba que los pintores que no emplear el color no son más que meros grabadores, así pues desplaza la escena y evita la noche.
El resto de la pintura es completada con la frondosidad de la naturaleza, y esos grandes árboles que lo dominan todo. Por último la escena puede representar de modo alegórico la lucha del hombre que en determinadas ocasiones se enfrenta a Dios; aunque como vemos la posición de los brazos anticipa el abrazo final, en el que Dios representado por su ángel acogerá a los hombres.
Fuente: Magnificat nº91
Manuel
Comentarios