Corazón, sé una puerta cerrada para el odio:
de par en par abierta siempre para el amor.
Sé lámpara de ensueños celestes y custodio
de cuanto nobel germen nos prometa una flor.


Corazón, ama a todos, late por todo anhelo
santo, tiembla con todo divino presentir;
da sangre a cuanto impulso pretenda alzar el vuelo;
calor a todo intento de pensar y vivir.

Sé crátera de vino generoso, que mueva
a los grandes propósitos. Sé vaso de elección,
en donde toda boca sedienta la fe beba.
Sé roja eucaristía de toda comunión,
corazón. Amén.

Amado Nervo
Magnificat nº 120

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