SER PUNTUALES.
Que no te caracterice la impuntualidad. Es síntoma de
desorden, de falta de previsión, y puede serlo de desinterés y hasta de una
caridad poco fina en detalles. Podemos echar la culpa a los medios de
transporte, a los atascos, a los imprevistos de todo tipo, pero con eso sólo
logras, quizá, quedar bien por un momento ante la persona o personas que han
tenido que esperarte. La impuntualidad reiterada necesita ser educada. Quizá
nace de la costumbre de dejar las cosas para el último momento, o de ambicionar
tu tiempo, apurando hasta el final esa actividad que te gusta y que no sabes
cortar, con desprendimiento y libertad.
La impuntualidad sólo te aporta prisas y enfados y, lo que es
peor: además de hacerte perder a ti el tiempo, haces perder el tiempo a los
demás, un tiempo del que tú no eres dueño. Hay que estar en el sitio que Dios
quiere que estemos y a la hora y el momento que Él quiere, no cuando tú
quieras. ¿Te has fijado con qué exquisito cuidado habla Jesús de su Hora? Esa Hora
tenía su momento, el que había fijado el Padre, ni antes ni después. Sólo María
se atrevió a adelantar esa Hora de Dios en aquellas bodas en Caná. Cada hora,
cada momento, de tu vida y de las demás
son horas y momentos de Dios. En cada uno de ellos si quieres tienes una cita
con Él. No llegues tarde, no le hagas esperar en esa cita de todos los momentos
del día, en la que Dios espera incansable y paciente que tú te unas a Él.
Antonio
Comentarios