La crisis es también una ocasión para crecer en caridad.
Paradójicamente, para poder acordarnos de los necesitados, suele ser necesario
que nosotros mismos experimentemos la penuria y la inseguridad.
El momento presente es incierto y problemático para muchos.
No podemos cruzarnos de brazos, esperando que pase la “mala racha”. Abramos los
ojos, los oídos, la mente y el corazón, para aprender la gran lección que nos
da la vida. La vida es una gran maestra para quien esté dispuesto a aprender de
ella: Estamos donde estamos, porque nos habíamos dedicado a comprar y acumular
lo que no necesitábamos, gastando el dinero que no teníamos, para llenar
nuestro vacío e impresionar a nuestros vecinos. Y todo era una gran mentira. Da
la impresión de que hayamos necesitado barruntar la quiebra, para preguntarnos
por la verdad y la bondad de nuestro bienestar.
Afortunadamente, cada vez son más quienes se percatan de que
el planteamiento materialista de la existencia, resulta ya insostenible a corto
plazo. El progreso sin conciencia ha resultado ser la ruina de la humanidad.
Pero, desgraciadamente, todavía queda mucho para llegar a hacer un análisis más
profundo del problema: ¡La única manera de superar la concepción materialista
de la existencia, es venciendo el relativismo que nos envuelve! Cuando nos
negamos a reconocer una Verdad con mayúscula, definitiva y vinculante para
nuestra conciencia, entonces el materialismo se convierte en una inevitable
escapatoria y esclavitud. Dicho con otras palabras: el materialismo y el
relativismo son las dos caras de la misma moneda. Si queremos vencer el
materialismo, tenemos que superar el relativismo y al contario, no hay otro
camino que el de educar en la austeridad.
La crisis es también una ocasión para crecer en caridad.
Paradójicamente, para poder acordarnos de los necesitados, suele ser necesario
que nosotros mismos experimentemos la penuria y la inseguridad, aunque sólo sea
en una pequeña medida. Decía San Vicente
de Paúl que, sólo los pobres están en la disposición de ayudar a los pobres. Y
por ello, acaso tengamos que decir, que Dios ha permitido los aprietos del
momento presente, para que seamos más sensibles y más generosos con quien sufre
el azote de la pobreza.
El verdadero progreso: “una economía al servicio de los
pobres”, requiere trabajar por la justicia. A su vez, la justicia requiere a
mar y respetar el don de la vida y de la familia. Y, por último, amar en
plenitud la vida y la familia, requiere abrazar la verdad, la Verdad revelada
por Dios.
Antonio
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