Santo en tu
pequeño día a día.
No pienses que la santidad no es para ti, ni creas que es
algo utópico e inalcanzable, algo extraordinario para gente extraordinaria.
Estás llamado y capacitado para ella en el sitio y ambiente donde el Señor te
ha puesto, con ese carácter y forma de ser que Dios ha querido para ti y no
otro, aunque tengas que reformarlo. Es verdad que se alimenta de una rica vida
interior, pero tu santidad ha de forjarse en tu vida cotidiana, en tu pequeño
día a día. Si la buscas fuera de ahí entonces si que la santidad se te hace
inalcanzable y utópica.
En ese cansancio que has de vencer al despertarte, en esa
contestación brusca que te callas, en ese pensamiento de vanidad, de rencor, de
impureza que te viene de repente, en ese volver a empezar cuando te has
enfadado con alguien, en ese pequeño servicio que quitas a otros, en esa
corrección que debes hacer a tus hijos y que tanto te cuesta, en ese capricho
que no compras, en ese aceptar sin molestarte las limitaciones, defectos o
manías de aquellos con los que convives, en ese saber perdonar todo y siempre,
en ese atasco imprevisto, en esa llamada de teléfono….Ahí, en tu día a día, y
así, tejida de esas minucias, es tu santidad. Y no quieras otra más
extraordinaria si Dios no la quiere para ti. La grandeza de lo sencillo y
pequeño ha sido siempre el estilo de Dios. No quieras ir por otro camino que no
sea ese, pequeño pero muy seguro, de la santidad de cada día.
Antonio
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