En castellano, predicar en el desierto es sinónimo de perder
el tiempo intentando convencer a alguien que se niega a escuchar. Es posible
que en el lenguaje bíblico no quiera decir exactamente lo mismo, pues el
desierto estaba habitado por los nómadas.
En nuestra época, sin embargo, el concepto parece más actual
que nunca. Con frecuencia nos sentimos rodeados de un desierto de soledad. A
nuestro alrededor muchos, si no todos, dan la impresión de ignorar o despreciar la fe. A pesar de que
las iglesias siguen congregando a mucha gente, tenemos la sensación de que
somos una pequeña minoría en retroceso.
Por eso la llegada de la Navidad que estamos preparando con
el Adviento nos invita a vencer ese sentimiento derrotista y lanzarnos a la
misión, comunicándoles a esos que nos rodean y hacen oídos sordos la buena
noticia del amor de Dios. Muchos se encogerán de hombros, otros se reirán de
nosotros y nos dirán cómo es posible seguir creyendo en estas cosas en el siglo
XXI. Pero no faltarán quienes estén aguardando el mensaje y que, gracias a que
se lo proclamamos, lo reciben y se
adhieren a él. No debemos olvidar que cada persona tiene su momento y que
incluso aquellos que un momento antes se han burlado, pueden estar receptivos
debido a que el dolor ha pasado por su vida y les ha purificado.
Prediquemos, pues, siempre. Prediquemos incluso en el
desierto. Pero prediquemos sobre todo y ante todo en aquel sitio donde la
responsabilidad es mayor: la propia
familia.
Antonio
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