El profeta Elías, cansado de las persecuciones de la reina Jezabel, y de huir por los duros caminos del desierto, cayó al pie de una retama, derrotado y vencido por el cansancio y el desánimo. Ni siquiera el pan cocido y el jarro de agua que tomó le devolvieron las fuerzas necesarias para continuar entregado con fidelidad a su oficio de profeta. Sólo aquel otro misterioso alimento que le entregó el ángel dio a Elías la fuerza necesaria para seguir recorriendo un camino que era superior a sus fuerzas.
Nada sustituye a la Eucaristía. La necesitas, si quieres seguir recorriendo sin desánimo y sostenido por la fuerza de Dios el empinado camino de tu santidad. Te podrá el cansancio y el desánimo si te empeñas en recorrer el camino con tus solas fuerzas, a base de puños y de voluntad, por eso, intenta acudir diariamente a la Eucaristía, haz de ella el centro de tu vida espiritual, de tu jornada, de tu trabajo, de tu día a día, no dejes que la rutina, el cansancio, la desgana, la comodidad, tus muchas tareas te impidan alimentar el alma con aquello que más te hace falta. En ese pan de ángeles, se te entrega todo Dios. Procura que no se te pase un solo día que ese Dios eucarístico entre en tu alma y te enamore, te posea, te transfigure y te una a Él.
ANTONIO CABRERA
ANTONIO CABRERA
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