Cristo y la Samaritana
En las catacumbas romanas encontramos orígenes de la iconografía cristiana como es el caso que nos ocupa con este fresco del s.IV. Este tipo de pinturas anónimas y de poca calidad artística; (mirar el espacio representado, las proporciones, ó vestiduras que son torpemente representadas..), buscan más el contenido y mensaje simbólico y conceptual.
Estos enterramientos en la ciudad de Roma, a extramuros de la ciudad, dispuestos en forma de nicho eran cerrados con lápidas en donde podemos encontrar estos primeros signos. De este modo se realizan, entre otras: la barca (figura de la iglesia), el ancla (símbolo de la seguridad en Cristo), el pez ( )…En muchas ocasiones solo como trazos y líneas esquemáticas.
En las catacumbas además de nichos encontramos los cubículos, de formas circulares o poligonales que eran de familias o personas más importantes; y es aquí donde podremos encontrar pintura mural más representativa; tal como el encuentro de Cristo y la Samaritana (capítulo IV Evangelio de San Juan).
La imagen que se adjunta está en la catacumba de la Vía Latina, fechada entre 320-350; después del decreto del emperador Constantino (313), decretando libertad de culto.
A diferencia de los modelos orientales, donde Cristo está sentado en el brocal del pozo; aquí se encuentran de pie, y son sus gestos los que indican el diálogo.
La samaritana con su mano señala a Cristo y al pozo, que nos recuerda al pozo de Jacob del Antiguo Testamento. Cristo recorriendo Samaria, se detiene en una localidad llamada Sicar, junto al campo que le dio Jacob a José; que en boca de la samaritana dice “ ¿ es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados ¿ “
El agua del pozo de Jacob, es una imagen de purificación para los judíos, y anticipa el agua del bautismo cristiano.
La escena representa la universalidad de la salvación, pues tiene en cuenta que los judíos no se tratan de modo alguno con los samaritanos : “ ¿ Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy una mujer samaritana ¿”
Para San Agustín, la escena nos revela allí, junto al pozo, donde vamos a buscar nuestro agua, a Cristo, como el primero en buscarnos y también en darnos de beber.
Notas tomadas del nº 78 de la revista Magnificat.
(Manuel y Piedad)
En las catacumbas romanas encontramos orígenes de la iconografía cristiana como es el caso que nos ocupa con este fresco del s.IV. Este tipo de pinturas anónimas y de poca calidad artística; (mirar el espacio representado, las proporciones, ó vestiduras que son torpemente representadas..), buscan más el contenido y mensaje simbólico y conceptual.
Estos enterramientos en la ciudad de Roma, a extramuros de la ciudad, dispuestos en forma de nicho eran cerrados con lápidas en donde podemos encontrar estos primeros signos. De este modo se realizan, entre otras: la barca (figura de la iglesia), el ancla (símbolo de la seguridad en Cristo), el pez ( )…En muchas ocasiones solo como trazos y líneas esquemáticas.
En las catacumbas además de nichos encontramos los cubículos, de formas circulares o poligonales que eran de familias o personas más importantes; y es aquí donde podremos encontrar pintura mural más representativa; tal como el encuentro de Cristo y la Samaritana (capítulo IV Evangelio de San Juan).
La imagen que se adjunta está en la catacumba de la Vía Latina, fechada entre 320-350; después del decreto del emperador Constantino (313), decretando libertad de culto.
A diferencia de los modelos orientales, donde Cristo está sentado en el brocal del pozo; aquí se encuentran de pie, y son sus gestos los que indican el diálogo.
La samaritana con su mano señala a Cristo y al pozo, que nos recuerda al pozo de Jacob del Antiguo Testamento. Cristo recorriendo Samaria, se detiene en una localidad llamada Sicar, junto al campo que le dio Jacob a José; que en boca de la samaritana dice “ ¿ es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados ¿ “
El agua del pozo de Jacob, es una imagen de purificación para los judíos, y anticipa el agua del bautismo cristiano.
La escena representa la universalidad de la salvación, pues tiene en cuenta que los judíos no se tratan de modo alguno con los samaritanos : “ ¿ Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy una mujer samaritana ¿”
Para San Agustín, la escena nos revela allí, junto al pozo, donde vamos a buscar nuestro agua, a Cristo, como el primero en buscarnos y también en darnos de beber.
Notas tomadas del nº 78 de la revista Magnificat.
(Manuel y Piedad)
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