«Yo no hago mal a nadie»


Para algunas personas la expresión «mientras no haga mal a nadie», se ha convertido no sólo en una regla de valoración moral, si no en una «razonable» filosofía de vida; en un modo de vivir muy considerado, responsable y correcto. «Yo simplemente no hago mal a nadie».

Que no nos engañen, el evangelio nos enseña que nuestra vida consiste en aprovechar los talentos que Dios nos ha dado (Mt 25,14-30) para hacer el bien al prójimo, radicalmente diferente de no hacer mal a nadie.

Nuestra misión es ser un Don de Dios para el mundo: «se tú una bendición» (Gn 12,2), no secundar nuestro egoísmo con filosofías de vida que en el fondo dicen: «mientras no me molestes, haz lo que quieras». Que no te importe lo que los demás hagan es sinónimo de no quererlos. No querer a una persona es siempre hacerle un mal.
Si para algunos el evangelio no es razón suficiente para desechar la falacia de «yo no hago mal a nadie», mucho más sincera y contundente es la propia naturaleza.

Desde el punto de vista de la ecología, la única forma de compromiso con este modo de vida es pasar de ser un productor de dióxido de carbono, a ser abono para las plantas. Mientras respires, tienes el compromiso ecológico, social y moral, de hacer el bien.

Eso si que es un uso inteligente y responsable de la energía.


Gentileza del Blog Saber esperar
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