El Papa defiende el papel de la religión en la vida pública


Para el Papa era una oportunidad única. Y no sólo por el lugar elegido para el acto: la sede del Parlamento con más solera del mundo. También por el perfil cualificado de su audiencia: el cuerpo diplomático, los miembros de los Lores y los Comunes y una nutrida representación de la sociedad civil. Consciente del instante y del entorno, Benedicto XVI pronunció el discurso más político de su visita. Un discurso dirigido a subrayar la importancia del diálogo constante entre la fe y la razón y la buena relación entre las religiones y la política.
No es de extrañar que el hilo conductor de las palabras del Papa fuera la figura de Tomás Moro. Y no sólo porque fuera condenado a muerte en el lugar desde el que se ha dirigido hoy a los británicos. También por las circunstancias de su martirio, desencadenado por su negativa a plegarse a los caprichos de su Rey. "Hoy recuerdo a Tomás Moro", ha dicho el Papa, "admirado por igual por creyentes y no creyentes por la integridad con la que siguió lo que le dictaba su conciencia. Lo hizo aun a costa de enfadar a un soberano del que era un buen servidor porque eligió servir primero a Dios".
A partir de aquí, Benedicto XVI ha reflexionado sobre una cuestión perenne: la compleja relación entre la religión y la política. El deseo por dilucidar lo que es del César y lo que es de Dios. "Para los legisladores la religión no debe ser un problema que resolver sino un contribuyente vital a la conversación nacional", ha dicho el Papa. Y ha criticado que se discuta la celebración de fiestas cristianas como la Navidad "con la creencia cuestionable de que podría ofender a quienes profesen otras religiones o ninguna" y que se quiera obligar a "actuar en contra de su conciencia a los cristianos que tienen roles en la vida pública".
Según el Papa, no se trata de un fenómeno aislado sino de una tendencia creciente y peligrosa. "Hay signos preocupantes de una negativa a reconocer no sólo los derechos de los creyentes a su libertad de conciencia y de religión sino también la legitimidad del rol de la religión en la plaza pública".
En realidad, el discurso entronca con el
mensaje contra el laicismo radical que el Papa lanzó ayer en su recibimiento en Edimburgo.

Y lanzó una nueva advertencia a quienes quieren relegar a la religión: "Cada generación debe preguntarse: ¿cuáles son los requerimientos que los gobiernos pueden imponer razonablemente a sus ciudadanos? ¿Hasta dónde deben alcanzar? ¿Apelando a qué autoridad pueden resolverse los problemas morales? Estas cuestiones nos llevan directamente a los cimientos éticos del discurso público. Si los principios morales que sostienen el proceso democrático sólo están definidos por consenso social, la fragilidad del proceso se transforma en algo demasiado evidente".
Fuente: www.elmundo.com

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