FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


GLORIA AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO,
COMO ERA EN UN PRINCIPIO,
AHORA Y SIEMPRE
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS
AMÉN
Érase una vez un hombre que estaba de vuelta de la vida. Harto de todo. Así que decidió dejar su pueblo natal y se puso en camino en busca de la ciudad perfecta, la ciudad mágica. Allí, pensaba, todo sería diferente, nuevo, hermoso y lleno de recompensas.


En su viaje llegó a un bosque. Se acomodó para pasar la noche y comió un bocado. Antes de dormir se quitó los zapatos y con mucho cuidado los colocó señalando la dirección que iba a tomar a la mañana siguiente.


Mientras dormía pasó por allí un bromista y cambió los zapatos de dirección. Señalando de nuevo a su ciudad de origen. Cuando nuestro hombre se despertó se calzó y continuó su viaje hacia la ciudad mágica.


Después de muchos días llegó a la ciudad mágica. Sin embargo no era tan grande como la había imaginado.


Encontró una calle conocida, llamó a una puerta conocida, saludó a una familia conocida y allí se quedó y vivió muy feliz y para siempre.


Nosotros andamos también buscando a Dios en la ciudad mágica, muchas veces en las nubes. Pero el creyente lo encuentra aquí y ahora, donde está plantado, en lo cotidiano.


La tentación del hombre es siempre huir, escapar de sus responsabilidades, buscar la ciudad mágica. Y pensamos, la mujer del vecino está mucho mejor que la mía, la amistad del haragán es la más divertida, la vida en la calles es más fácil, la iglesia de enfrente es menos exigente, el Dios de los Mormones es más tolerante…y huimos en busca de lo más fácil y de lo más divertido.


Como el hombre, en busca de la ciudad mágica, nosotros también necesitamos que alguien oriente nuestros zapatos cada mañana en la dirección de nuestra casa, nuestra familia, nuestra iglesia, nuestro Dios.
Tenemos que encontrar a Dios no en la ciudad mágica sino en esta ciudad:


No en las nubes sino en la tierra,
No en las ideas sino en la vida,
No sólo en la iglesia sino también en la casa.
En la familia y en el trabajo.

Dios es todo y está en todo, incluido nuestro pecado.

Dios Padre pronunció una sola palabra: Jesucristo.Y Jesucristo, en su despedida, pronunció una sola palabra: Espíritu Santo.


Nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo no es una posesión sagrada como la casita que nadie me puede quitar.


Nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es como una cuenta en el Banco que se puede quedar a cero o puede incrementarse cada día. La fe verdadera es personal y comunitaria, es una relación de amor llamada a crecer día a día a través del trato y contacto mutuo. Dios-yo-más los hermanos.

¿Qué es una fe que no se practica? Un engaño.
¿Qué es un amor que no se da? Un sueño.
¿Qué es una religión que no se practica? Una excusa.
¿Qué es un Dios que no se celebra? Un ídolo, un amuleto.

Jesús nos dice en el evangelio: "Cuando venga el Espíritu, él les guiará a la verdad plena".

Dios es cada vez más grande, más desconocido y sólo el amor nos va descubriendo poco a poco algunos de sus secretos. Sólo el Espíritu nos guiará poco a poco a la verdad plena de Dios.

En nuestra ascensión hacia Dios el guía que Jesús nos ha dejado es el Espíritu Santo. El conoce mejor que nadie los secretos de esta ascensión porque Él es

Dios no es la ciudad mágica a explorar. Dios es una presencia que vive y actúa en nosotros. Y el Espíritu Santo es el que cambia nuestros zapatos de dirección mientras dormimos para orientarnos a nuestra casa, a nuestra familia, a nuestra iglesia y a nuestro Dios.

El Espíritu Santo nos guía y enseña pero nosotros tenemos que subir la montaña.

El Espíritu Santo es el maestro interior que nos susurra, inspira, anima y nos hace ver la imagen de Dios que llevamos en el corazón. Escuchar su voz es indispensable.

P. Felix Jiménez



HOY EN LA FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

PEDIMOS EN NUESTRAS ORACIONES

POR EL INSTITUTO SECULAR

SERVI TRINITRATIS

QUE CELEBRA SU FIESTA

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