La octava de Pascua


Es la fiesta más grande, la Madre de todas las Vigilias –decía san Agustín- . Esta noche es diferente a todas las demás noches del año. San Gregorio de Nisa, en el Siglo IV dC, describió la emoción que se vive en una noche como ésta:«¿Qué hemos visto?

El esplendor de las antorchas que eran llevadas en la noche como en una nube de fuego. Toda la noche hemos oído resonar himnos y cánticos espirituales. Era como un río de gozo que descendía de los oídos a nuestras almas, llenándonos de buena esperanza…

Esta noche brillante de luz que unía el esplendor de las antorchas a los primeros rayos del sol ha hecho con ellos un solo día sin dejar intervalos a las tinieblas».

Los Misterios que en ella celebramos son tan impresionantes que durante toda esta semana los rememoramos.

Los cristianos la llamamos la Octava de Pascua y se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos.

Celebrar la octava de Pascua es afirmar que la Pascua no termina; que traspasa los días y los años y que Jesús Resucitado sigue presente entre nosotros. Confesamos que Jesús ha resucitado y vive.

Esta es la gran Noticia. Él está aquí en medio de nosotros para que experimentemos su Presencia, para que escuchemos su palabra, para recibir su aliento vivificante.

Es el paso de Dios por nuestra vida; se nota su alegría, su paz, su perfume, su amor.


(Publicado en el Blog: saber esperar)

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