SIMBOLISMO DE LOS NÚMEROS - 1 -


El Uno


La unicidad es propia de Dios y puede expresarse con el numeral «uno/único» (gr. heis: Mc 10,18; 12,29.32; Mt 23,9; 1 Cor 8,4.6, etc.) o con el adjetivo «solo/único» (gr. monos: Lc 5,21; Jn 5,44; 17,3, etc.). «Lo uno» designa en Juan la unidad que crea el Espíritu entre el Padre y Jesús (10,30), que ha de integrar también a los discípulos (17,1.21-23).


El Dos


Por alusión a Os 6,2: «en dos días nos dará vida», el dos puede ser símbolo de la comunicación de vida, y así se aplica a la estancia de Jesús con los samaritanos ( Jn 5,40.43 ), a los que comunica el Espíritu (4,14). En cambio, deja pasar dos días sin ir adonde estaba Lázaro enfermo (11,6), porque éste, por ser discípulo, poseía ya la vida definitiva


El Tres


En el AT, el número tres alude a la divinidad en Gn 18, 2: « [ Abrahán ] alzó la vista y vio a tres hombres de pie frente a él», en los que Abrahán reconoce a Dios.
Pero el tres indica sobre todo lo completo y definitivo (Is 6,3: el triple santo). Así, en Mt 4,1-11 y Lc 4,1-13, la triple tentación de Jesús compendia toda tentación. La triple negación de Pedro significa su renuncia total a ser discípulo (Mc 14,30 par.: “Hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, renegarás de mí tres») . En el Evangelio de Juan, la triple negación queda reparada por la triple profesión de amistad con Jesús (Jn 21,15-17).


«Tres días» o “al tercer día» alude a Os 6,2: «al tercer día nos resucitará». En Mc 8,2, las multitudes paganas llevan tres días con Jesús; esto significa que ya le han dado su adhesión y han recibido de él la vida que supera la muerte.


En las predicciones de la muerte-resurrección se usa constantemente la fórmula: «el tercer día (o "a los tres días") resucitará» ; más que una fecha precisa indica un breve lapso de tiempo y, en definitiva, la victoria inmediata de la vida sobre la muerte.


El Cuatro y sus múltiplos


En el mundo clásico, el significado simbólico del número cuatro se derivó de los cuatro puntos cardinales y las cuatro direcciones del viento, y también de las cuatro estaciones y de las correspondientes constelaciones: Tauro, Leo, Scorpio y Acuario, que aparecen en la mitología babilónica como poderosas figuras que sostienen el firmamento por sus cuatro esquinas. De ahí que el número cuatro simbolice la totalidad de la tierra y del universo.


El AT usa el número cuatro en el sentido tradicional, pero sin las connotaciones astrológicas. El cuatro simboliza así la totalidad y universalidad indeterminada o indefinida, en extensión espacial (los cuatro vientos/los cuatro puntos cardinales); véase Ez 1,5: «En medio de éstos [los relámpagos] aparecía la figura de cuatro seres vivientes»; 37,9: «Ven, aliento, desde los cuatro vientos, y sopla en estos cadáveres para que revivan»; Zac 2,10: «Yo os dispersé a los cuatro vientos -dice el Señor-»; 6,5 (de cuatro carros tirados por caballos, que expresan la omnipotencia de Dios, efectiva en todas direcciones): «Están al servicio del Dueño de todo el mundo y salen a los cuatro vientos»; Dn 8,8 (de los imperios): «[Al macho cabrío] se le rompió el cuerno grande y le salieron en su lugar otros cuatro orientados hacia los cuatro puntos cardinales.»


Los cuatro ríos del paraíso rodean las cuatro partes de la tierra en Gn 2,1 ss: «En Edén nacía un río que regaba el parque y ,después se dividía en cuatro brazos, etc.» Los cuatro vientos o puntos cardinales se mencionaban con frecuencia, por ejemplo, en Is 11,12: «Congregaré a los desperdigados de Judá de los cuatro extremos del orbe», y en Jr 49,36: «Conduciré contra Elam los cuatro vientos, desde los cuatro puntos cardinales.»


Un múltiplo de cuatro, en particular « el cuarenta», se usa como número redondo para indicar una totalidad limitada; por ejemplo, una generación o la edad de una persona (Gn 25,20: «Cuando Isaac cumplió cuarenta años tomó por esposa a Rebeca»); indica repetidamente períodos de tiempo (Gn 7,4: «Haré llover sobre la tierra cuarenta días con sus noches»); se asocia con largos períodos de sufrimiento y con la duración de fases sucesivas del plan salvador de Dios. Cuarenta años duró la travesía del desierto (Ex 16,35: «Los israelitas comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada»). Cuatrocientos años equivalen a diez generaciones (Gn 15,13: «Tu descendencia ... tendrá que servir y sufrir opresión durante cuatrocientos años»).


Según estos datos, cuando en los evangelios aparece el número cuatro hay que preguntarse si indica alguna totalidad. Este es el caso de los «cuatro» portadores del paralítico, señalados únicamente por Marcos (Mc 2,3: «Llegaron llevándole un paralítico transportado entre cuatro»), que representan a la humanidad pagana que vive en el mundo entero. El manto de Jesús, que representa su reinado a través del Espíritu, se divide en cuatro partes por estar destinado a la humanidad entera ( Jn 19,23 ).


Lo mismo puede decirse del «cuarenta»: Jesús está en el desierto cuarenta días (Mc 1,13; Mt 4,2; Lc 4,2), en paralelo con los cuarenta años del éxodo de Israel; los «cuarenta días» representan así el tiempo del éxodo de Jesús, es decir, la duración de su vida pública. Después de la resurrección permanece con los discípulos también «cuarenta días», que indican el tiempo en que han de superar la prueba (Hch 1,3; cf. Dt 8,2).


«Cuatro mil», múltiplo de cuatro, señala que el éxodo liberador significado por el reparto del pan está destinado a toda la humanidad. Así, en Mc 8,9 par.: «Eran unos cuatro mil, y él los despidió»; cf. en 8,20 el número exacto: «Cuando partí los siete [ panes ] para los cuatro mil.»


- CONTINUARÁ -

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