LA UTILIDAD DE LA TENTACIÓN






















Por
experiencia sabemos lo que es la tentación: una prueba, un momento de riesgo en el que podemos salir victoriosos, pero también podemos ser derrotados. Se pone a prueba nuestra adhesión a Dios.

Por ello, la tentación se nos presenta como un cierto sufrimiento, como un tiempo de lucha y combate espiritual. Así, quisiéramos estar exentos de la tentación y en el sentir popular, se la considera como un mal. Sin embargo, si miramos más a fondo, la tentación nos ofrece una ocasión para manifestar el amor, es un momento de lucha por el amado.

El hombre tiene la oportunidad de demostrar su adhesión incondicional a Dios por encima de los sufrimientos, expresa su condición de criatura ante Dios creador y se somete humildemente a su voluntad.

Quizá ningún momento es más alto en la vida como cuando el hombre, haciendo oídos sordos a las tentaciones del demonio, se adhiere incondicionalmente a su creador. Aquello que se ofrecía en un principio como ocasión de ruina espiritual, se ha convertido, con la ayuda de la gracia y de la firme resolución del hombre, en motivo de crecimiento espiritual.
El hombre realmente se abandona en las manos de Dios con un acto de fe, amor y esperanza sin límites. Quien vence la tentación dice a Dios: "Señor, Tú ere mi único bien" "Para mí lo bueno es estar junto a Dios". San Agustín en una altísima página escribía: "Si en Él fuimos tentados, en Él venceremos al diablo.

¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en Él, y reconócete a ti mismo victorioso en Él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de Él a vencerla".

La tentación de ver a Dios como enemigo. Esta tentación es más común de lo que podría parecer a primera vista. Es la tentación de ver la norma moral como un obstáculo a la felicidad humana. Como si Dios fuese celoso de la felicidad humana. Este mismo pensamiento lo sugirió ya en el paraíso el demonio.
Muchos fieles piensan que las normas de la Iglesia sobre la vida conyugal, sobre la disciplina eclesiástica, sobre las relaciones prematrimoniales y la anticoncepción, sobre el respeto de la vida desde el momento de su concepción hasta el de su término natural son una especie de imposición que impide al hombre vivir y realizarse en felicidad. Esta es una gran tentación.


Es un gran desafío de nuestra pastoral mostrar a todos la belleza del Plan de Dios y hacer ver que en una vida centrada en la ley de Cristo el hombre encuentra su plenitud.
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