PARA HACERSE CRUCES


"Estrasburgo declara que el crucifijo atenta contra la libertad religiosa"


Según la sentencia, el mantener los símbolos religiosos conculca "los derechos fundamentales de igualdad y libertad de conciencia". Pues muy bien.¿Cómo se llamará a partir de ahora Sta. Cruz de Tenerife? ¿La Cruz Roja tendrá que desaparecer? ¿Se borrará la cruz de San Jorge del escudo del Barça? ¿Qué hacemos con Penélope Cruz -se admiten sugerencias-? ¿Y con la fiesta de las cruces de Granada? ¿Jurarán los ministros sus cargos delante de un cuadro de Voltaire y un ejemplar de El País, diario global en español? ¿Podrá mi cuñada seguir haciendo punto de cruz? ¿Tengo que dejar de bailar las canciones de Celia Cruz? ¿Se prohibirá echar las monedas a cara y cruz? ¿Podrán los asturianos exhibir su bandera azul con la Cruz de la Victoria?


Europa, que cada día da más motivos para sentirla ajena, no ha aclarado todas estas preguntas y se ha limitado a decir que la cruz es una agresión para todo el que no sea cristiano. A continuación, se ha ido a dormir la siesta.

La cuestión del crucifijo en la escuela se ha planteado ya en otros países europeos. En Italia, por ejemplo, la judicatura ha considerado el crucifijo como "una síntesis, inmediatamente perceptible y aceptable, de los valores civilmente relevantes, valores sobre los que se sostiene e inspira nuestro orden constitucional, fundamento de nuestra convivencia civil (...) Valores que han impregnado nuestras tradiciones, el modo de vida, la cultura del pueblo italiano". Por eso van a recurrir la sentencia.

La Cruz, que sigue siendo escándalo para los judíos y locura para los gentiles, como dice San Pablo en su primera Carta a los Corintios. Al menos en Occidente, el crucifijo tiene dos sentidos incuestionables: para los cristianos es símbolo de amor sin límites, entrega, generosidad, apertura. Para el no creyente es -debería ser- un símbolo omnipresente en la historia y en la cultura que ha configurado el mundo en el que vivimos y que ha contribuido decisivamente a los valores que sostienen la democracia.


En 2004, en declaraciones al diario La República el entonces cardenal Ratzinger dijo "Pueden existir países en los que el crucifijo no expresa una herencia y una orientación moral común, porque la presencia cristiana no ha marcado su historia. Sin embargo para otros -como España, como Europa añado yo- el crucifijo es una luz que puede ser reconocida tanto por creyentes como no creyentes, como punto de referencia esencial del tejido ético-cultural compartido por la mayoría de la sociedad". Toda la cultura occidental (la Filosofía, la Política, la Ciencia y el Derecho) hunde sus raíces en la concepción de Dios y del hombre que representa de manera suprema el crucifijo. Es precisamente esa concepción la que está en la raíz de la laicidad, que sólo ha podido desarrollarse en este sustrato.

En el libro Dios salve la razón (Ediciones Encuentro), el filósofo ateo Gustavo Bueno explica por qué el Dios de los cristianos ha salvado a la razón humana de sus diversos delirios a lo largo de la historia de Occidente y hasta qué punto tiene sentido decir que la seguirá salvando en un futuro inquietante. Para Bueno, que es/era un filósofo marxista, la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos es una muestra de la debilidad intelectual de la cultura postcristiana.

A partir de ahora, para muchos escolares de la más que nunca vieja y decadente Europa el crucifijo empezará a ser un gran desconocido, un signo opaco e incomprensible. Pero esa ignorancia no saldrá gratis, sino que vendrá acompañada de una tremenda pérdida, para ellos y para toda la sociedad porque la supresión de los crucifijos (...) significa el empeño de vaciar a una sociedad de su sustancia, de provocar una ruptura con su Historia y de excluir a los creyentes de la vida pública.


Conmigo que no cuenten. Más bien lo contrario.


NACHO URÍA. Periodista

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