Un establo, un establo real, es la casa de los animales, la prisión de los animales que trabajan para el hombre. En la antigüedad, el pobre establo de los países antiguos y pobres, del país de Jesús, no es el pórtico con pilastras y capiteles, ni la científica caballeriza de los ricos de hoy o la elegante cabaña de las vísperas de Navidad. El establo no es más que cuatro paredes rústicas, un empedrado sucio, un techo de vigas y lanchas. El verdadero establo es oscuro, descuidado, maloliente: no hay limpio en él más que la pesebrera donde el amo prepara el heno y los piensos.
En él eligió Nuestro Señor nacer.
Fuente: Jesús de Nazaret. Historia de Cristo
Giovanni Papini
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