SONREIR ANTE LA PROPIA VIDA
Tengo la sensación de que cambiar no es tan sencillo. Nos
acostumbramos a lo que hay y nos da miedo lo nuevo. Tal vez lo primero que
tenemos que cambiar es la forma de enfrentar la vida, de enfrentarnos con
nosotros mismos.
Hay cosas que no cambian nunca aunque a nosotros nos gustaría
que fueran distintas. Esperamos mucho de la vida de los demás, de las cosas que
hacemos, también de Dios. Esperamos que nos garanticen el éxito y la paz.
Queremos llegar a donde nos proponemos y no aceptamos obstáculos ni las
limitaciones. Las expectativas siempre nos hacen sufrir.
Tenemos poca resistencia ante las contrariedades. Poca tolerancia
con los fracasos y frustraciones. La vida, cuando se complica, deja de
parecernos tan interesante. Al pensar en mi vida como es en el momento en que me encuentro pienso que cambiaría
cosas, pero no lo fundamental.
Me gusta mi vida. Me cambiaría a mí mismo en mis fallos y
debilidades, y lucho por hacerlo. Cambiaría enfermedades de personas queridas
que me duelen. O los límites que hablan de pobreza, vejez, debilidad.
Me gustaría cambiar el mundo y a los hombres. Sé que poco puedo cambiar, pero lo poco que
puedo lucho por conseguirlo.
Cambiar es sano. Que las circunstancias de nuestra vida
cambien también es bueno. Aunque buscamos la estabilidad y la seguridad. Nos
cuesta que las personas cambien demasiado, si no es para bien. Que dejen de ser
como eran antes.
Otras veces nos molesta la inmovilidad, el hecho de que
alguien a quien queremos no actúe como deseamos, como esperamos, no cambie, no
evolucione, no crezca.
¡Cuánta infelicidad nos produce ver que los otros no actúan
como esperamos! Es la frustración ante la realidad, ante comportamientos que no
son esperados. Ante aquello que no nos gusta y no podemos cambiar, porque no
está en nuestras manos.
A veces nos creemos con ciertos derechos. Esperamos que la
vida sea de una determinada manera. Y cuando no es así, nos frustramos.
Mucha gente se mira hoy y se pregunta si su vida es como la
había soñado hace veinte años. Muchos dirán que no, que no se parece en nada.
Ante esa realidad puedo frustrarme y vivir infeliz. O puedo besar la realidad
como es vivir alegre.
No es sencillo, la verdad. Pero es posible. Mirar mi vida
como es hoy y sonreír. Saber que hay cosas que cambiaría sin problemas. Otras
que me gustan y quiero. Algunas que puedo perder con el paso del tiempo. Sólo
me queda aceptar que la realidad es la que es y no hay que tenerle miedo.
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