Crucificado: Arbol de Vida

Este árbol es para mí una planta de salvación eterna; de él me nutro, en él reparo mis fuerzas. Por sus raíces me arraigo y por sus ramas me extiendo, su rocío me alegra y su espíritu, como una brisa deliciosa, me fertiliza. A su sombra he levantado mi tienda y, huyendo de los grandes calores, encuentro allí un refugio refrescado por el rocío. Sus hojas son mi follaje, sus frutos mi delicia perfecta, y gozo libremente de ellos, pues estaban reservados para mí desde el principio. Él es en el hambre mi alimento, en la sed es mi fuente, y en la desnudez mi vestido, porque sus hojas son el Espíritu de Vida: lejos ya de mi las hojas de higuera. Cuando temo a Dios él es mi protección, y cuando vacilo, mi apoyo; cuando combato, mi premio, y cuando triunfo, mi trofeo. Es para mí, la senda estrecha el y camino angosto; es la escala de Jacob y el camino de los ángeles, en lo alto del cual se encuentra verdaderente el Señor. Este árbol de dimensiones celestiales se ha elevado desde la tierra al cielo, fijándose, como una planta eterna, entre el cielo y la tierra, sostén de todas las cosas y apoyo del universo, soporte de toda la tierra habitada y juntura del mundo, que mantiene congregada la diversidad de la naturaleza humana con el fin de que, unida por clavijas invisibles del Espítiru para que se ajuste a lo divino, nunca vuelva a separarse. Tocando por arriba la cumbre de los cielos, consolidando la tierra a sus pies y abrazando por todos lados con sus manos inmensas el espíritu abundante del aire entre el cielo y la tierra, estaba todo entero en todo y en todas partes.


Homília inspirada en el Tratado sobre la Pascua de Hipólito, 51: SC 27)


Manuel

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